San Martín vuelve a mirarse al espejo. Y el reflejo es incómodo: otra vez eliminado, otra vez frustrado y otra vez en reconstrucción; idéntico cierre al de los últimos años.
La decisión de la CD de Rubén Moisello de convocar a elecciones marca el cierre de un ciclo, pero también deja planteada una pregunta urgente: ¿está el club preparado para no volver a equivocarse?
En San Martín manda el fútbol, siempre fue así. Ni los balances equilibrados, ni las obras, ni los juicios ganados alcanzan cuando la pelota no entra y los títulos se escapan.
Y la gestión de Moisello, más allá de sus aciertos administrativos, falló en lo esencial; en el proyecto deportivo.
El “Santo” transitó poco más de cuatro años (desde la asunción de esta CD en marzo de 2021) de conducción con un norte económico, pero sin una identidad futbolística clara. Se cambiaron técnicos con diferentes ideologías, se improvisaron planteles y se desperdiciaron temporadas valiosas. Por ese motivo el resultado fue siempre el mismo.
El desafío que viene no admite medias tintas. San Martín no está en condiciones de volver a fallar. Las próximas autoridades no sólo deberán elegir un DT, sino también diseñar un proyecto deportivo serio, sostenible y ambicioso. Un plan que no dependa de urgencias ni de nombres rutilantes, sino de convicciones. Se necesita un entrenador con pergaminos comprobables y con capacidad para conducir bajo presión, y un plantel que entienda lo que significa vestir una camiseta que no perdona la mediocridad.
Pero la reconstrucción no será sólo futbolística. El club también necesita recuperar el vínculo con su gente. Reenamorar al hincha, ese que este año eligió el silencio antes que la decepción, será tan difícil como armar un equipo competitivo. Y para eso se necesita espalda. Espalda económica, dirigencial y emocional; porque el que asuma no lo hará sobre un terreno fértil, sino sobre las ruinas de una ilusión más y con la pesada obligación de que 2026 debe ser el año del ascenso a la máxima categoría.
Lo que se viene para San Martín
La elección que viene no es un trámite estatutario; es una bisagra de cara al futuro; por eso no debe ser algo tomado a la ligera. Ni por los dirigentes, ni por los socios, ni por los hinchas; porque una mala decisión puede desembocar en algo mucho más oscuro y traumático de cara al futuro.
Del resultado de ese acto dependerá si San Martín inicia un camino de madurez institucional o si sigue repitiendo su ciclo de euforia, improvisación y caída. Y claro, un error más podría dejar secuelas difíciles de revertir.
El club necesita barajar y dar de nuevo. Pero esta vez con la humildad de reconocer los errores, la lucidez de planificar a largo plazo y el coraje de sostener un rumbo aunque los resultados tarden en llegar. Porque después de tanto tiempo, en San Martín no se trata sólo de volver a ascender: se trata, sobre todo, de volver a creer y de sostener una idea institucional que no se caiga a pedazos ante el primer fracaso deportivo.